miércoles, 8 de julio de 2009

Historias (inmobiliarias) para no dormir. II parte.

Era la primera vez que íbamos a ver pisos (físicamente). Llevábamos meses evaluando el mercado inmobiliario de la zona, ya conocíamos qué pisos había a la venta, donde, por cuanto, con cuantos metros y con qué prestaciones. Había llegado el momento de pasar a la acción, por fin… nos acercamos a una inmobiliaria.

Así que éste es realmente el primer capítulo de estas aventuras narradas a través de blog.

Pues como iba diciendo, hablamos entre nosotros, y decidimos que por mirar, no perdíamos nada.

(Nota: al hablar de pisos, tengo claro cual es la cantidad tanto en euros como en la conversión a las ya (hace mucho tiempo) extintas pesetas… Aún así, parece que hablar en pesetas hace más fácil hacerse una idea y comparar precios, así que hablaré en pesetas en las menciones a precios)

Habíamos visto una inmobiliaria que parecía que estaba bien. Tenía algún piso bastante barato (en relación a los de la zona, porque aquí NUNCA son baratos) que nos podía interesar ver anunciado fuera, una web en condiciones y alguien nos había hablado bien de ella… así que un día, nos armamos de valor y fuimos para dentro. Realmente, éramos muy pardillos. Y lo digo así, sin complejos, porque en ningún lado enseñan a hacer esto y no creo que fuéramos especialmente tontos con el tema. Eso sí, no sabíamos nada, así que sí, éramos unos pardillos y seguro que se notaba un montón.

Comentamos con una chica de las que trabajaba allí qué era lo que queríamos más o menos. Al principio no lo teníamos muy claro así que preguntamos por los pisos que habíamos visto fuera. Ella se los apuntó, pero la verdad, tanto hubiera dado que lo apuntara en papel higiénico para después limpiarse el culo, visto lo visto. Le explicamos entonces qué características buscábamos. Aún no habíamos mirado nada apenas, y aunque no lo teníamos muy claro, le dijimos un precio orientativo, el par de cosas que queríamos que tuviera, y la zona “prohibida” en la que no podía estar de ningún modo (eso al menos lo respetó después). Lo apuntó todo en una ficha, y quedamos para que nos los enseñara al cabo de dos semanas (antes no podíamos). Fue gracioso porque para apuntar la cita, fue pasando las dos semanas de hojas de la agenda… vacías, blancas como una patena. Supongo que las miles de visitas que tenían concertadas (visto lo que nos contaron después, con su espectacular ritmo de ventas) las tendrían apuntadas en “otra” agenda.

Así que bastante emocionados por haber empezado a dar pasos en esa dirección, dejamos pasar las dos semanas.

Por fin, llegó el sábado. Un sábado luminoso y bonito, perfecto para ver nuestro futuro piso. Para comer habíamos quedado con Bama y su novio, pero antes daba tiempo de sobra para ver los dos o tres pisos que nos iba a enseñar la chica.

De repente, de los dos que le habíamos comentado, y que ya eran tres, pasaron a ser cuatro. ¿¡Cuatro!?

Eso sí, tenían un coche para pasearnos por todo el pueblo. Y empezó el show.

El primer piso era un cuarto sin ascensor (o sea, le faltaba uno de nuestros requisitos). Decía que lo tenían previsto, que lo habían hablado la comunidad, que no sé qué de una subvención. Y tampoco tenía balcón (otro de nuestros requisitos). Al menos, eso sí, cumplía con el precio aproximado que le habíamos dicho. Fue el único, aunque eso sí, nos jartamos de subir escaleras. El piso no estaba mal, no era muy allá, aunque al menos la chica nos iba explicando y enseñando todo, de manera bastante amena. Eso hay que reconocérselo. Lo que no nos gustó fue el hecho de que los dueños estuviera allí, como apartados y cambiando de habitación cuando entrábamos. Eso es así, pero sigue resultando raro e incómodo que se comporten como si fueran apestados o no pudieran mirarnos directamente a los ojos.

Cuando salimos, pensamos que no había ido mal, al menos era luminoso. La chica no se callaba, nos iba hablando del mercado inmobiliario, de que si la gente compra o no pisos (según ella… habían vendido nada más y nada menos que tres esa misma semana!!! Nosotros, sin saberlo, habíamos acudido a la única inmobiliaria que no está en crisis de todo el país… xD)

El segundo piso costaba nada menos que cinco millones más de lo que le habíamos dicho, y también sin ascensor. Era muy chulo, dejaba muebles… realmente nos gustó aunque nos parecía caro. Pero como ver es gratis… seguimos la ronda.

Empezábamos a mosquearnos. El tercero tampoco tenía ascensor, y era “un poco más barato que el otro” (¿se puede ser tan informal como para pretender no acordarte del precio?). El comentario que me encantó sobre ese piso fue:

- ¿Y cuántos metros tiene más o menos?

- Pues no sé… puede que sean 60, pero es como si fuese un piso de 75!!!! (cara de entusiasmo)

- Mpf!!!!
Mucho morro, sí señor. Este también tenía balcón, algo es algo. Eso sí, daba a un parque en obras que según ella será la hostia cuando esté terminado. Yo lo vi como potencial punto de encuentro para botellones y los yonkis del barrio. Una diferencia de opiniones, nada más. El dormitorio tenía una cosa extrañísima, y es que tenía el techo atravesado por una viga. De lado a lado, estaba la viga esa, y daba un agobio…

Y ya sólo quedaba el cuarto piso que íbamos a mirar. Ella ya nos había intentado sonsacar en qué trabajábamos, desde hacía cuanto y cuánto cobrábamos. Esa suele ser una constante en cualquier inmobiliaria, justo después de decir “buenas tardes” sueltan como si nada “¿cuánto podéis dar de entrada?” o algo por el estilo (no os creáis que esto es tan exagerado)

El cuarto piso no tenía ni ascensor ni balcón. Vaya tela. Era grande, pero se veía tan cerrado que agobiaba, la verdad es que ya estábamos un poco hasta los cojones de ver pisos. Y fue ahí, justo antes de volver a la agencia, cuando nos preguntó lo de la entrada. No le contestamos, pero ella creyó que sí, y fue más o menos de la siguiente manera.

Ella: Claro, los bancos están difíciles, no dan hipotecas. Pero yo a veces flipo, porque viene gente joven, como vosotros, con una cantidad de dinero ahorrado impresionante, a lo mejor 60 o 70.000 euros.

Yo (haciéndome la pardilla): ¿Y eso es de mucha ayuda?

Ella: Sí porque no sé qué y bla bla bla…

Un rato después…

Ella: Claro, yo creo que lo tenéis bien, porque con esa entrada que me habéis dicho

Nosotros: (silencio) (¿Qué te hemos dicho qué???)

Sí, ya, éramos pardillos pero no tanto como para soltarle todos nuestros datos financieros a la lista esa.

Por fin terminamos, y mientras nos interrogaba un poco más, comentó que tenía otra visita justo a esa hora, y cuando llegamos a la agencia, le dejamos una dirección de correo electrónico para que nos enviara “unos números que nos iba a hacer” (¿con qué datos? ¿en base a qué?), pero eso sí, se los dimos a la administrativa, ella se fue corriendo con su “visita”.

Y aún estamos esperando el correo o una llamada. Qué gente más informal.

Igual es que no nos vio muy interesados, o cualquier otra cosa. El caso es que si lo estuviésemos, hubiéramos llamado nosotros, pero visto lo visto…

Después, hablando, nos dimos cuenta de que nos había llevado a ver 4 pisos, de los cuales (y teniendo en cuenta que valorábamos ante todo ascensor, balcón y precio):

- ninguno tenía ascensor

- sólo uno cumplía con el precio, y el resto lo sobrepasaban por un mínimo de 3 millones, hasta casi 6 (mucha pasta)

- dos de ellos no tenían balcón

Vamos, ¡un hacha la tía! Eso sí es intentar satisfacer los deseos del cliente. ¬¬



(Continuará… o más bien, continuó y otro día lo seguiré contando)

No hay comentarios:

Publicar un comentario